8 de marzo, Día de la Mujer, recordamos a Laura Aguirre

La Sierva de Dios Laura Aguirre (la señorita Laura) y la dignidad de la mujer

Creo que no puede desvincularse históricamente el Cristianismo con el desarrollo del concepto de  dignidad de la mujer y  de igualdad, tan básicos, tan incuestionables en nuestra sociedad actual. Por ello, cuando el feminismo radical hace a la Iglesia blanco de sus ataques, cosa que es frecuente, no sólo comete una injusticia, sino una falacia histórica.

Un ejemplo de esta vinculación entre fe y dignidad femenina es la malagueña Laura Aguirre (la señorita Laura), cuya causa de beatificación se abrió en octubre de 2020.

Laura llega al pueblo malagueño de  Álora en 1950, a la madura edad de 49 años. Detrás deja   una vida nada fácil: huérfana de madre y luego de padre; una familia dispersa, frecuentes cambios de domicilio, la experiencia de la guerra, distintos trabajos… En Álora, va a decidir la trayectoria definitiva de su vida y de su vocación cristiana: el cuidado (religioso, académico, material, humano…) de sus “niñas”; la creación de una gran familia que a ella  va a tener por madre. Escoge a las niñas. En aquella penuria de familias pobres y numerosas las niñas son más vulnerables, si cabe, que los niños. Ellos, en caso de que alguien tuviera que ir al colegio, tenían preferencia. Podían incorporarse tempranamente al trabajo del campo; pero ellas pocas opciones tenían en aquellos años. La primera niña a la que acoge Laura recogía colillas para que su  madre las vendiera, aunque  el dinero conseguido no les llegaba para comer. Nos contó, poco tiempo antes de morir, que la primera noche que pasa con Laura, ésta le prepara un pobre catre  y le confecciona un amplio camisón de dormir con una antigua máquina de coser (ésas de manubrio, que hoy son piezas de museo), que a la niña le hace mucha gracia por sus amplias mangas. Me parece un detalle entrañable… y femenino.

A lo largo de tanto años, Laura va a estar pendiente de sus niñas, les va a dar el beso de buenas noches, se va a levantar de madrugada  para la medicina, va a ocuparse de su comida, vestido, primera comunión; y, luego, cuando crecen, como es inevitable, del novio y de la boda, de los niños. En fin, asume el papel de una madre atenta a los detalles más pequeños. Laura es madre y, por tanto, mujer.

Además, una mujer que toma iniciativas por su cuenta; que hace todo tipo de gestiones; que  se mueve incesantemente para pedir, que recorre los caminos rurales con un borriquito recogiendo los alimentos que le dan la gente del campo. Dentro de la más estricta ortodoxia y obediencia, sin ningún rasgo de rebeldía, fue una mujer que asumió su papel de laica y de  miembro activo de la Iglesia con toda la energía que le proporcionaba su fe gigante y su confianza en la Providencia.

Por último, quiero destacar la importancia que Laura le da a la educación, aspecto tan relevante para la mujer en aquellos años. Educación que tiene, por supuesto, una dimensión espiritual, que es el fundamento de todo lo demás, pero también las labores y trabajos del ama de casa (los que se escandalicen de esto, piensen que estamos en los años 50 y que nadie puede salir de su época como nadie puede salir de su cuerpo), los buenos modales, tan importantes entonces para la integración social, la preparación académica. En cuanto a este  último aspecto, se preocupa de que aquellas niñas que pudieran hicieran el bachillerato; algunas, fueron a la universidad.

Su condición de mujer (y de madre) fue una dimensión importante de su persona y de su obra.  ¿Feminismo? Yo creo que algo anterior y más importante: la dignidad de la mujer asumida, desde siempre, por el Cristianismo.

                                  

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