Laura Aguirre, laica y luchadora
En la semana en que conmemoramos el Día de la Mujer, la Sierva de Dios Laura Aguirre (la señorita Laura) es una de las mujeres que nos ofrece la historia de la Iglesia de Málaga.
- Laura Aguirre Hilla (conocida por todos como la señorita Laura) nace en febrero de 1901 en Málaga en el seno de un familia acomodada (su padre es notario) y de profundas raíces cristianas. Cuarta de cinco hermanos, queda huérfana de madre muy niña; luego pierde a su padre y queda a cargo de la segunda esposa de su padre.
- Es una chica guapa, culta y distinguida. Ha estado a punto de contraer matrimonio, pero el novio muere el día antes de la boda. Vive en Bélgica a cargo de una tía suya y vuelve a Madrid después de la guerra civil. En el Madrid de la posguerra va a realizar una gran labor caritativa con los pobres. Vuelve a su Málaga natal y se vincula al movimiento del Padre Soto.
- Ejerce como misionera rural en varios pueblos. Llega a Álora en 1950. Allí va fundar la Pía Unión Misioneras de la Diócesis y va a dedicar la vida a niñas necesitadas, a las que acoge y cuida como una madre. Lo hace sin ningún medio material, acogida a la caridad de la buena gente, confiada en la oración y en la Divina Providencia que nunca la abandona. Además de atender a sus niñas, está pendiente de todas las necesidades del pueblo; está presente allí donde hay un enfermo, un hambriento o una persona que necesita su consejo.
- Muere el último día de 1986 en olor de santidad. Después, su figura, su recuerdo, su semilla han seguido creciendo.
- El 7 de octubre de 2019, día de la Virgen del Rosario (devoción a la que era tan fiel) se abre oficialmente su causa de beatificación.
Creo que no puede desvincularse históricamente el Cristianismo con el desarrollo del concepto de dignidad de la mujer y de igualdad, tan básicos, tan incuestionables en nuestra sociedad actual. Por ello, cuando el feminismo radical hace a la Iglesia blanco de sus ataques, cosa que es frecuente, no sólo comete una injusticia, sino una falacia histórica.
Un ejemplo de esta vinculación entre fe y dignidad femenina es la malagueña Laura Aguirre (la señorita Laura), cuya causa de beatificación se abrió en octubre de 2019.
Laura llega al pueblo malagueño de Álora en 1950, a la madura edad de 49 años. Detrás deja una vida nada fácil: huérfana de madre y luego de padre; una familia dispersa, frecuentes cambios de domicilio, la experiencia de la guerra, distintos trabajos… En Álora, va a decidir la trayectoria definitiva de su vida y de su vocación cristiana: el cuidado (religioso, académico, material, humano…) de sus “niñas”; la creación de una gran familia que a ella va a tener por madre. Escoge a las niñas. En aquella penuria de familias pobres y numerosas las niñas son más vulnerables, si cabe, que los niños. Ellos, en caso de que alguien tuviera que ir al colegio, tenían preferencia. Podían incorporarse tempranamente al trabajo del campo; pero ellas pocas opciones tenían en aquellos años. La primera niña a la que acoge Laura recogía colillas para que su madre las vendiera, aunque el dinero conseguido no les llegaba para comer. Nos contó, poco tiempo antes de morir, que la primera noche que pasa con Laura, ésta le prepara un pobre catre y le confecciona un amplio camisón de dormir con una antigua máquina de coser (ésas de manubrio, que hoy son piezas de museo), que a la niña le hace mucha gracia por sus amplias mangas. Me parece un detalle entrañable… y femenino.
A lo largo de tanto años, Laura va a estar pendiente de sus niñas, les va a dar el beso de buenas noches, se va a levantar de madrugada para la medicina, va a ocuparse de su comida, vestido, primera comunión; y, luego, cuando crecen, como es inevitable, del novio y de la boda, de los niños. En fin, asume el papel de una madre atenta a los detalles más pequeños. Laura es madre y, por tanto, mujer.
Además, una mujer que toma iniciativas por su cuenta; que hace todo tipo de gestiones; que se mueve incesantemente para pedir, que recorre los caminos rurales con un borriquito recogiendo los alimentos que le dan la gente del campo. Dentro de la más estricta ortodoxia y obediencia, sin ningún rasgo de rebeldía, fue una mujer que asumió su papel de laica y de miembro activo de la Iglesia con toda la energía que le proporcionaba su fe gigante y su confianza en la Providencia.
Por último, quiero destacar la importancia que Laura le da a la educación, aspecto tan relevante para la mujer en aquellos años. Educación que tiene, por supuesto, una dimensión espiritual, que es el fundamento de todo lo demás, pero también las labores y trabajos propios del ama de casa en los años 50, los buenos modales, tan importantes entonces para la integración social, la preparación académica. En cuanto a este último aspecto, se preocupa de que aquellas niñas que pudieran hicieran el bachillerato; algunas, fueron a la universidad.
Su condición de mujer (y de madre) fue una dimensión importante de su persona y de su obra. ¿Feminismo? Yo creo que algo anterior y más importante: la dignidad de la mujer asumida, desde siempre, por el Cristianismo.
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